miércoles, 22 de febrero de 2012

HISTORIAS DE NADGLIM: LA GUERRA DE LA CORONA BLANCA - CAPÍTULO 9

Sachel continuó el viaje cabalgando al lado de Sir Argolath mientras el resto de la guardía escoltaba a Beljun. Gortling seguía cabalgando con ella ya que seguían sin tener un caballo acorde a su tamaño y, el peso de la princesa hacía que su caballo fuera el único que pudiera soportar a ambos.
-En el siguiente puesto de recambio pediremos un poni para que pueda cabalgar cómodamente- Le había prometido Sir Argolath.

Durante el camino Sir Argolath interrogo a Sachel sobre el ataque de los Orcos que a su aldea y de las peripecias que había vivido con lo Elfos, teniendo el cuidado de tener paciencia en los tramos que evidentemente traían recuerdos dolorosos a Sachel. Luego de terminar con su historia, este último le preguntó. -Si no es mucha molestia Señor, me gustaría escuchar sobre mis padres-

Sir Argolath esbozó una sonrisa y empezó a relatar la vida de Rubincan hasta lo que el conoció.

-Tu padre fue gran hombre. Nos conocimos en el ejercito, el entro unos años después que yo, para entonces yo era líder de una cuadrilla y me lo habían asignado como un novato a mi cargo. Era un joven atlético y muy callado, jamás desobedeció una orden y estaba siempre dispuesto a ayudar. Me acuerdo que una tarde habíamos salido a explorar y escuchamos un grito de socorro. Nos dirigimos hacía el lugar y vimos a una bella joven de rubios cabellos y verdes ojos perseguida por tres enormes Huargos como los que no se habían visto en mucho tiempo por Ludsur. La mayoría de mi cuadrilla huyo despavorida al ver a esos monstruos, pero mi segundo al mando, un valiente hombre llamado Cardias, y tu padre fuimos a socorrer a la joven.

Llegamos justó en el momento en que la joven tropezaba con una rama y los Huargos tomaban impulsó para atacarla. Cada uno fue en dirección a uno de los Huargos. Yo desvié las fauces del mio con mi escudo mientras clavaba mi espada en el costado, la cual aprovecho el impulso que llevaba el Huargo para abrirlo casí un metro y dejándolo agonizando en el suelo. Lo remate con un golpe en la garganta y mire alrededor para ver como le iba a mis compañeros.

Cardias y su Huargo se habían matado mutuamente. Sentí una inmensa pena por el, pero no podía preocuparme en estos momentos, todavía quedaba un Huargo mas.

Gire a la cabeza a la izquierda y vi a tu padre todavía combatiendo con el de él. Me dirigí a socorrerlo, pero en ese momento el Huargo lanzo en que sería su último ataque. Se paro sobre sus patas traseras para tratar de aplastar a tu padre con todo su peso concentrado en sus miembros delanteros, pero dejo al descubierto su pecho. Tu padre aprovechó esa abertura y clavo su espada, esa que tu llevas en tu espalda, en el centro de su corazón. Luego de provocarle la herida mortal, la retiró con celeridad y se movió antes de que el cadáver cayera sobre el.

Luego de que nos aseguramos de que los tres monstruos estuvieran muertos, fuimos con la joven. Estaba muy nerviosa y llevó un tiempo tranquilizarla, pero una vez que estuvo calmada procedimos a dar entierro a Cardías. Despellejamos la piel del Huargo y lo cubrimos en su tumba con ella junto con su espada rota. Sus padres habían fallecido ya y era hijo único. Nunca contrajo matrimonio tampoco, por lo que nosotros seriamos los únicos que lo llorarían.

Volvimos con la joven quien una vez mas calmada nos conto que se llamaba Mirel y que vivía en una choza junto con su padre leñador y su madre en el borde norte de Ludsur. Había salido a buscar hongos para la cena cuando fue atacada.
La escoltamos hasta su casa y luego nos dirigimos hasta el cuartel donde se encontraban los cobardes que habían huido. Dimos nuestro informe y tras corroborar el comandante los hechos enviando a un grupo de soldados al lugar de la batalla e interrogando a la joven Mirel, el resto de mi cuadrilla fue condenada a la orca, per tu padre y yo intervenimos para que conmuten su pena a prisión y trabajos forzosos. En cuanto a nosotros fuimos ascendidos a Comandante y Teniente. A partir de ese momento la amistad con tu padre se hizo tan grande al punto de considerarlo casi un hermano.

Al día siguiente mandamos un grupo de exploración a seguir el rastro de los Huargos, pero el mismo se perdía a cinco días de caminata hacia al noroeste. Seguramente se trato de un grupo de cachorros que se perdió de su manada en los picos helados de Lethar y, alimentándose de animales salvajes creció hasta llegar a Ludsur.

Además del ascenso y las nuevas responsabilidades, algo más cambió en la vida de tu padre. La joven Mirel frecuentaba muy seguidamente el cuartel trayéndole alimentos y ropas bordadas por ella para el. Se había enamorado de tu padre y, tu padre a su vez también empezó a enamorarse de ella.

Al año del incidente, tu padre le propuso matrimonio a lo cual ella aceptó, y se casaron. Al poco tiempo naciste vos. Los tres vivían muy felices, pero una cruel enfermedad puso fin a esa felicidad.

A los cuatro años de que nacieras tu madre cayó en cama victima de una altísima fiebre. Los mejores médicos de Ludsur trataron de curarla en vano mientras tu padre sufría de impotencia. Había podido rescatarla de un monstruo que lo duplicaba en tamaño, pero no podía hacer nada para salvarla de la vil enfermedad que amenazaba con apartarla de su lado.

A los pocos días murió. Tras los funerales, tu padre decidió que el ejército no le permitiría cuidarte como correspondía y opto por abandonarlo para vivir en una aldea en el campo. Traté de convencerlo para que contrajera nuevamente matrimonio con una mujer que pudiera remplazar a tu difunta madre en tu cuidado, pero me dijo que jamás podría amar a ninguna otra como amó a Mirel.

Lo visite en algunas ocasiones en su nuevo hogar, pero mis crecientes obligaciones en el Ejercito Real me hicieron perder el contacto con el, hasta el fatídico día que me enteré del ataque a su aldea. Yo me encontraba en haciendo una visita al destacamento al que pidió ayuda tu padre cuando llegó el mensajero. Inmediatamente di orden de salida y forcé mi caballo al máximo pero llegue tarde.-

Sir Argolath se interrumpió y Sachel pudo observar como lagrimas recorrían su rostro. En ese momento se percató que él también estaba llorando.

-Ese día perdí a uno de mis más queridos amigos, pero ahora me siento feliz porque he vuelto a recuperar parte de él.- dijo Sir Argolath a la vez que miro directamente a Sachel -¿Por qué no te unes a la Guadía Real de Ludsur y sigues los pasos de tu padre mi querido Sachel?-

-Lo siento Señor, pero en este momento mi vida esta al lado de los Guardianes de la Hoja Plateada- respondió Sachel. Sin embargo, Sachel no estaba tan convencido de sus palabras. El visitar antiguos lugares, los recuerdos de su padre, el haberse encontrado con Sir Argolath y las historias que le conto de sus progenitores lo hacían dudar. Luego giro su cabeza y miro a la princesa Beljun quien le esbozo una sonrisa. Además, tal vez en este viaje él había encontrado a su Mirel.

2 comentarios:

  1. Excelente capítulo! Me gusta la historia, por favor seguila! (excepto el detalle del origen de los enanos, pero puedo hacer como con StarWars e ignorar la supuesta existencia de las midiclorians)=D
    Quedamos a la espera de la continuación, como siempre

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  2. Gracias por el comentario Guillote.
    Trataré de mantener la periodicidad de uno por semana.

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